30.9.07

.tiempo al cuento

Y medio dormido, se levantó del letargo común hasta que en el velador reconoció la superficie lisa y suave de su despertador impermeable. Entonces, de un solo pestañeo reaccionó a modo de consuelo, pensando que en ese espacio estaba la respuesta, pensando que en ese espacio cúbico y con flechas verdes concéntricas, habría algo más que tiempo y ritmo.

No pudo hacer ora cosa que levantarse de torso, quedar a 90º de sus propias piernas y pensar con los ojos abiertos apuntando a la cortina roja, que sus hombros estaban caídos y que el simbolismo de su futura joroba también caía en la clasificación de mala salud y compases de vida.

Sacó sobre sus piernas la masa de sábanas y frazadas que le calentaban el cuerpo en las noches, pensó que pesaban más que él mismo y quiso, posiblemente, renunciar al trabajo que lo mantenía alimentado y con el reloj de mesa sobre sus manos.

Completamente despierto, y con la sensación de haber conocido un baldazo de agua sobre su cabeza, recorrió los rincones de la habitación con los ojos, irremediablemente sabiendo que nada novedoso podría señalarle el camino para conocer qué mierda le pasaba. Por eso, ya sobre pies, corrió hacia el baño con esa lentitud parcial que conocemos a las 7.21 AM, a mirarse al espejo manchado con gotas de saliva y pasta dentífrica. Corrió a mirar a oscuras ese rostro que lo saludaba imitando su expresión, día tras día, reloj tras reloj, tiempo de mañanas tras otro idéntico, para entonces saber que la sensación de identificarse en ese cristal medio plateado medio confuso, era la misma de toda su vida. Enjuagó su rostro para retirar la mugre del sueño, para intentar lavar la cronicidad de su mugre, para intentar lavar la ausencia de sueño.

Se sintió conmovido ante la frescura del agua, se sintió profundamente conmovido ante las gotas que reventaban contra su rostro, y todo lo que en su momento penetrara su nariz, o lo que oliera como agua clorada, lo hacía nuevamente, sentir el tic tac de algo llamado tiempo, llamado cuento.

Entonces, sin previo aviso, las fosas nasales comenzaron a aspirar agua, a hacer que gota a gota penetrara ese cuerpo semidormido, para que misteriosamente se hidrataran las paredes mucosas, o las paredes cerebrales, o el cerebro mismo. Las ideas se le inundaron mientras que una agradable sensación de ahogo le retenía los pulmones, bolsas de agua, que en el caso de frío o dolor de estómago podrían servir de consuelo.

No se inmutó, debió haber sabido que la muerte era cosa de conciencia del cuerpo, o cosa de que el cuerpo conociera su conciencia, pero para el caso es igual, porque las neuronas, sabiendo que son eléctricas, ionizadas, o posiblemente enrarecidas tras los dolores varios de todos los días, todas las jaladas varias, todos esos tac tac tac o toc toc o blah blah, y sobre todo blah, habían ya comenzado a manifestar tendencias suicidas o de tipo patológicas, habían comenzado a desear su propia expiración.

Se miró al espejo por vez primera, con la mano izquierda intentó limpiar el cristal del espejo, lleno de gotas blancas, lleno de trizaduras y hongos nubosos… Y como acto redentor, pasó la mano con furia hasta que supo que jamás purificaría su imagen pasando los dedos por su reflejo.-

2 comentarios:

L'absente dijo...

te quiero, lo leí, me agradó.
tengo un libro tuyo =)

Pietro Galleani dijo...

Letra arribista!