ISABEL.-
Era oro, pensé, lo que sangraba cuando estaba con él.
Era peste, pensé, cuando me enfermaba,
él me enfermaba el cuerpo.
"El mal es infinito -pensamos ambos- no se irá nunca".
La venganza.
La sed.
El miedo, y nosotros en el centro, rayanos en la
muerte, al filo de la vida, como si vivir fuera así: un devenir constante, una
probadita de ambos lados.
Tener en el cuerpo el poder de la muerte es feroz.
“Es mortal amar”, pensamos, siempre pensamos
juntos. Si nos hemos condenado así, entonces condenemos a la piedra primera… la
lanzada por el que estuvo libre de pecado, y nos hirió en su acto.
(Él vuelve corriendo,
agitado y temeroso. Se mete en el auto y lo prende. Ella corre y se mete en el
auto cuando este comienza a marchar)
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