4.11.06

INFANTO-MARTINA

II ¿QUÉ HE VISTO?

Desde que nací… y el lustro que le siguió, Valdivia fue escenario de mi infancia. Figura geográfica, punto en el plano, y sobre todo:

La familia grande se situaba allí, como parte del significado de la ciudad, y más que por el nombre de ella… era por su espacio, por su esencia repleta de Rodríguez.

En esos años nació Franco Mariano, lindo, callado, tranquilo. Mi compañero, “Caquito cotó”, “Concejal”. Lo recuerdo a partir de una fecha, marcada por el traslado a otro espacio dentro de la misma ciudad. En un departamento húmedo, mohoso, amarillo. Av. Pedro Montt con Av. Simpson.

Desde entonces me recuerdo, recuerdo a Caquito, a la Tana, a mi mamá, a mis primos, recuerdo Te llevo para que me lleves, recuerdo los chalecos de lana, y sobre muchas cosas, el kiwi, ¡la torta de crema con kiwis y chubis! Recuerdo la jardinera verde, con elásticos que me apretaban los tobillos, y con una cara de payas en la guata. Recuerdo todo con la perspectiva que se tiene desde 1 metro de altura (como mucho). Y extrañamente, soy la misma.

Luego de eso, de ese departamento, el Jardín Petetín, y los juegos con la Dani (prima). Nos subimos al escarabajo verde agua del año 60, y con sus asientos saciados y asfixiados por bultos, bajamos por Av. Pedro Montt, y allí, doblando hacia la izquierda, la casa propia, color rojo pardo y siamesa de otra idéntica; con pequeños y futuros grandes árboles nativos, blanca por dentro… La casa de Allipén.

Allí, mientras nuestra pieza era amplia y mi cama lucía colorida gracias al cobertor, que aún hoy está en la pieza del Franco; pude ver entre el espacio vertical entre el marco de la puerta y ésta, la despedida. Un abrazo que partía la historia familiar, nos segmentábamos, y poco a poco perdíamos contacto con una parte (incluso) propia de cada uno. Mi papá se iría a Santiago, la ciudad que ahora me acoge.

En 1997 entré a 1º año básico en el colegio Martin Luther King. Pequeño, con pocos cursos, cercano a mi casa, y donde jugábamos con la Bárbara, la Gabriela y la Carmina, bajo los árboles y en los columpios, a veces en las barras y sobre todo, corríamos por el jardín (mezcla de barro y pasto moribundo).

Mientras comenzaba mi vida de escolar, la vida profesional de mi mamá se veía próxima a cambiar, a crecer y aprovechando las oportunidades que se le presentaban. Fue así como el 16 de diciembre del mismo año, nos despedimos de mi Tata en el aeropuerto de Santiago, ahí fue cuando vi por vez primera el Atlántico.

M.Art

2 comentarios:

prettyalmi dijo...

Eres otra más de mis compañeras petetinescas, me agrada eso Marti, de ahí salieron las mejores personas que he conocido en la vida.
Será coincidencia? No lo sé pero me gusta creer que si.

Por lo demás, me agradó mucho lo que llevas de tu autobio, siempre he pensado que es lo más cuerdo, ni te cuento de las biografías.. son un cacho, imagínate que mis compañeros tuvieron que escribir mi vida, dejando de lado cosas para mí importantes.. o que sé yo, siempre he preferido hacer yo las cosas.. para que salgan bien ajaja
en ese sentido no se.. seré egoísta?

Espero ansiosa la 2da parte =) Los viajes en España, la vuelta a Valdivia, la ida a Santiago.. sos tan patiperrita Marti!
Te quiero así y mucho.

Anónimo dijo...

hermoso,
adoro como escribes mi nena.
te amo