25.10.07

Las gallinas putas

A Pietro

A la Gente Pobre se le comunica Que hay Cebollas para Ella en la Municipalidad de Santiago. Las Cebollas se ven asomadas a unas ventanas Desde el patio de la I. Municipalidad de Santiago.” Rodrigo Lira

Cruza un vehículo inútil, abollado, con imperfecciones perfectamente visibles, cruza la avenida a 180 km/h, seguramente, esquiva a 5 más que se desplazan allí, cumpliendo con las archiconocidas normas de lentitud. Raspa la pintura de los costados de un auto, saltan chispas, y los hombrecillos gritan improperios por las ventanas bajas, se ponen colorados y levantan los brazos con los puños cerrados, o tocan bocinas para reventar los tímpanos vírgenes de los transeúntes.

Las mujeres que venden cebollas dentro de un carrito metalizado, se estremecen con la violencia escénica, una madre corre con su criatura en brazos, intenta evitar el impacto del peugeot 406 que se dirige hacia el poste a 2 m de ella. Nada se detiene en la avenida, en fracciones de segundo un camión atraviesa la esquina, se enfrenta de lado al vehículo desbocado, y zas! 68 gallinas ponedoras vuelan y se despluman en escena.

Sangre derramada, una masacre de avícolas y un estruendo de chatarra, todo para conformar una cazuela de ave falta de caldo, con abuso de cebolla y picante de sudor.

El hombre del peugeot se baja del automóvil, un hilo rojo le corre por el rostro, camina desequilibrado e intenta huir por el costado del camión volcado. Una mujer lo detiene, posa sus manos grasientas sobre sus hombros, y lo tranquiliza, murmura algo acerca de la carnicería que se había formado en el espacio. Él la corrige y le propone concebirlo como una futura tienda de almohadas, o una picada de pollos asados.

Con una rapidez jamás vista, los policías llegan al lugar de los hechos, miden pasos, cuentan víctimas, inscriben matrículas de autos, toman datos de muertos, heridos, desplumados y origen del causante de la hecatombe. La fuga es frustrada, el individuo sangrante es identificado con las iniciales de P.U.T.A., el oficial ríe por un rato, y prontamente se exaspera. Lo esposan, toman sus datos, lo llevan al servicio de urgencias por su propia cuenta, y luego no se sabe más del personaje en el lugar del crimen.

Las mujeres de las cebollas, lloran a moco tendido, ven a pocos pasos de ellas el carrito que les sirviera de compañía y cobijara sus productos durante años. Corren al encuentro de la ambulancia, les hacen señas para que las suban al carrusel divino, para, acto seguido, marchar al hospital, a drogarse con tranquilizantes gratis, a dormir un rato la podredumbre cebollera que las embargaba. Pero no, la evasión de la ambulancia, el desvío de su ruta y el carrito destrozado, las vuelve energúmenas, y expresan sus furias lanzando cebollas por los cielos, convocando a cuanto santo culinario se les pasara por la cabeza. La oficial más cruda se les acerca, les recuerda la tensión de la situación y les ruega guardar la compostura para jamás olvidar lo que presenciaron… se persignan, recogen gallinas muertas y se las llevan a sus casas, cada una a preparar su correspondiente cazuela de ave.

El camionero muerto, las 68 gallinas fenecidas, 4 convalecientes, y 7 heridos de gravedad (contando transeúntes y automovilistas), se presentan como el recuento de perjudicados en el evento. Los vehículos son trasladados al depósito de chatarra, y la mujer con su criatura siguen petrificados a 2 m del poste de luz.

P.U.T.A., se palpa el brazo y las venas hinchándose debajo del camisón de enfermo, se niega a dar datos acerca de su paradero, no huía en el momento del accidente, ni recide en la ciudad. Tiene 48 años, y pareciera tener muchos menos, soltero, frecuencia cardiaca normal, los médicos creen que tiene un soplo en el corazón, y las probabilidades de que pierda la vista en su ojo izquierdo son altas, sin embargo no le importa. Siente correr el suero dentro de sus arterias y le refresca el cuerpo, se tiende un poco atrás de la camilla, y piensa en las gallinas para abrir el apetito, toca el timbre que lo comunica con la atención médica.

“Si los médicos dicen que pierde la visión izquierda, yo creo que perderá todo” lo dice la concubina del camionero fallecido, y con cierto recelo, desea que efectivamente pierda el ojo, y sepa lo que es no saber lo que se pisa, y tocar algo desconocido. Después se pasa la mano por el pelo y pretende olvidar lo ocurrido, la cebolla del almuerzo aún perdura en sus manos, llora un poco de picazón ocular, y luego lagrimea de verdad.

Solloza la hija a su lado, tira su falda añeja y le pregunta dónde está papá. El policía más cercano le responde con firmeza que su padre ha muerto, y la señora lo abofetea, le dice “No escupas al cielo, querido, te puede caer en la cara”, sin entender las últimas palabras, le arroja una flema asquerosa, que le cae en el pelo, colgándole hasta los ojos.

En los peritajes varios, nadie sabe qué responder sobre el anómalo accidente, sin embargo, se sacan los pillos y se tiran la pelota. Responden con evasivas, omiten comentarios y esconden evidencias. El cuartel parece una guarida de ratones, y el queso una ofrenda ominosa que envenenaría a cualquiera. La mujer del camionero se pasea con impaciencia entre esquina y puerta, espera noticias, algo concreto… algún fiscal, algún jurista, algún policía con dotes en abogacía que pudiera defenderla, o asesorarla en el proceso legal que emprendería. Pero no, nada asomaba al otro lado del antro con halo a cigarro y a sobaco de hombre aguerrido. Un golpe, luego otro, y los azotes de puertas, y los deseos funestos de viuda apaleaban la puerta hasta que un hombre con rostro de geisha de mala muerte, le indica por dónde seguir. Se arremanga la falda, infiere que es una buena ruta y sigue con parsimonia los pasos del oficial.

Al otro lado se sienta una mujer híbrida, asexuada. Sonrisas cordiales, lo de siempre, desahoga su chilenidad femenina, mientras es escuchada con la interferencia de una cajita musical. Responde con una promesa de apoyo, de fidelidad a la mujer sufrida, discurso reivindicatorio femenino, la perspectiva de género, las damas a la cabeza, los genitales que dan la vida, la fertilidad del mundo… Y bueno, entendiendo sólo la verborrea de quien no es oído, aprieta la mano con firmeza y se torna hacia el mismo camino de ida. Se suena los mocos con un pañuelo bordado en su infancia.

El camión de la basura recoge lo que queda, 63 gallinas, hembras todas, algunas degolladas, desplumadas o sin presas. Entre fierros, ruedas y cables, se asoma toda una majamama descarnada. Algunos testigos dicen que no chillaron, otros dicen que ni si quiera se sintieron morir, ninguna agonizó, otras pusieron huevos del susto, una sola voló al intuir el impacto, 20 eran menores de 8 meses, el resto no superaban los 2 años de edad. Joviales aves muertas, 5 años después un fanático de las carreras de autos colocaría una animita en conmemoración de las 68 gallinas fallecidas en el accidente de tránsito del 24 de Julio de 1999 en una avenida que cambió de nombre y que jamás volvió a identificarse para no perjudicar a los que habitaran esos parajes.

P.U.T.A no perdió la vista, y el deseo intrínseco de la viuda del camionero se desvaneció como pluma en el aire, 3 m más allá había un cableado eléctrico a mal traer, lo que probablemente la sedujo a suicidarse después de esperar 6 años que alguien la llamara para darle apoyo, para relevar la causa perdida de la muerte de su marido por un maniático depresivo sin conciencia del peligro. P.U.T.A tenía la sigla del oficio más placentero y antiguo del que existen registros, no presentaba ninguna enfermedad de transmisión sexual pero se creía que podía portar la gripe aviar… karma divino decía la farándula policial, o quizás algún pollo vengativo lo seguía día a día para contagiarle el mal. El hombre no veía en ello algún peligro, al contrario, se reía de su suerte con las aves y bromeaba con montar en el lugar del crimen, una picada de pollos asados y papas fritas. La vecina del siquiátrico le recomendaba entrevistarse con más frecuencia con el médico de cabecera, y la del cubículo de al frente le explicaba lo poco rentable que sería ejecutar tal picada.

El oficial que jugaba pictionary sobre los apuntes falsos, se reía con un bailey en mano. El hombre con cara de geisha de mala muerte, lo seguía con los ojos, ignorando que la hoja de dibujo era la declaración que hablara del crimen en cuestión. Se embriagan, vomitan, botan a la basura los papeles emborronados y se guiñan un ojo tras de otro. La mujer híbrida les muestra la entrepierna al cruzar sus grandes troncos, y vomitan más.

“Estaba muy fuerte mamá”, y lo sabe, es que estaba muy caluroso el día, un pollo no se mata a las 12, un pollo se mata al alba y para comerlo a la 1 en punto. Arrojó la comida al jardín. El perro se comería los restos de la gallina muerta en la autopista (rebanada hasta las plumas).

4 comentarios:

Absurdá dijo...

Excelente Marti. JAJA.!. TE PASAste. Lo lei super rapido pero igual entendí , creo.
Me gusta cómo utilizaste a los personajes , y el nombre P.U.T.A como que le da algo de abstracción a la wea. nose. en resumidas cuentas, debes estudiar literatura, te sobran las palabras y el ingenio.

TEEEEEEEE aaaaaaaamo nena rica =)

Pietro Galleani dijo...

la cosa más rica !!!

te amo!!!

=)=)=)=)=)

más que las cien lucas que te da
Dios hoy.

Daniela dijo...

me encantó esa weá.

aunque creas que no lo leo ¬¬

:) te quiero martina

TOMÁS HACHE dijo...

una vez escuche un chiste tan cruel que terminaba por ser chistoso.

-¿cual es el animal que da mas vueltas luego de ser muerto?
-el pollo a las brasas

(risas)

jajajaja
ves que chistoso era

en fin
juntemonos algun dia, pues mujer
un beso martina
cuidese compañera

chau