(Antonio e Isabel, dos jóvenes veinteañeros están
detenidos dentro de un auto. Al interior hay una luz prendida. Una manta cubre
a una mujer de unos cuarenta años, que está acostada en los asientos traseros.
Afuera es de
noche, todo se ve oscuro, no hay luz. El espacio exterior es campo abierto, hay
un pequeño basural. No se oye nada más que viento. Ambos están en silencio,
ansiosos. Isabel prende un cigarro, al exhalar habla.)
ISABEL.-
No sé cuánto rato llevamos
acá, pero creo que es hora de que partamos.
ANTONIO.-
¿Irnos? ¿A dónde? No
tenemos ninguna escapatoria, está todo dicho. Nos quedaremos acá hasta que algo
pase.
ISABEL.-
No, nos vamos a ir.
Tú haces lo tuyo, lo que acordamos. Tú manejarás rápido por la carretera… a la
posta. Yo la bajo del auto, la dejamos fuera del lugar. Eso es todo.
ANTONIO.-
(Quitándole el cigarro de la mano y fumando él) No, no soy capaz de
algo así. Tenemos que pensarlo mejor.
ISABEL.-
Idiota, no tenemos
otra salida. La mina está ahí atrás, en el fondo del auto. Hay que actuar
rápido, sino no tendrá sentido todo esto.
Si realmente no
quieres seguir con esto dímelo, me voy. Camino hacia la ruta, hago dedo y me
largo. (Abriendo la puerta del auto y
saliendo al exterior) Eso sí, tú te quedas con ella, acá, y ves qué mierda
haces.
ANTONIO.-
(Baja la ventana del auto y comienza a hablarle hacia
afuera. Prende los focos delanteros) Perdóname… de verdad, Isabel, perdóname. Todo esto ha
sido tan repentino… no lo pensamos bien, ¿verdad?
ISABEL.-
Lo pensamos perfecto.
(Suenan sirenas y a lo lejos ladridos de perros como
eco.)
ANTONIO.-
¡Los pacos! Métete al
auto, rápido.
ISABEL.-
¡Mierda! (Entra al auto, prende otro cigarro.
Enciende la radio e intenta sintonizar algo. No logra dar con ningún dial) Escúchame.
La mina está ahí atrás, aún está sedada. Tenemos que actuar rápido… el plan es
el siguiente: yo me bajo del auto, voy a darme una vuelta por el sector, llevo
en mi cartera un revólver. Tú, por mientras, te vas a los asientos traseros y
la violas. Ese es el trato.
Luego la drogas, me
llamas, yo vuelvo y nos vamos. La dejamos fuera de una posta. Abandonamos el
auto en la entrada sur de la ciudad, nos volvemos en taxi a la casa.
ANTONIO.-
Está bien… supongo
que no queda otra opción. Eso sí, déjame el arma acá.
ISABEL.-
(Dudando) Cuídate. (Lo
besa escuetamente, abre la puerta trasera y toma su cartera. Busca dentro de
ella su revólver y no lo encuentra) No está el revólver, Antonio, ¡no está!
(Buscando bajo los asientos con dificultad)
No, no, ¡no! (Mira a la mujer, tapada con
una manta) ¡Ella fue!
(Isabel salta rápidamente fuera del auto. Antonio se
pone nervioso y sale también. Lo cierra con llave por fuera.)
ANTONIO.-
Qué haremos ahora. La
mina tiene la pistola… está sedada, pero la tiene. En cualquier minuto se
despierta y nos mata.
ISABEL.-
Calma. Primero calma.
(Se intensifica el sonido de las sirenas y los
ladridos de perros.)
ANTONIO.-
Vas a abrir con
cuidado la puerta, la vas a destapar a ella. Luego te fijas si tiene el arma en
algún lado. Si la tiene se la quitas, me la pasas. La sacas afuera del auto. La
dejamos acá y nos vamos.
ISABEL.-
No, no lo haré.
ANTONIO.-
(Impaciente) Lo vas a hacer, mierda. Tuya fue la idea.
ISABEL.-
Tú eres el enfermo,
no yo. Tú vas a violarla a ella, y tú el que perpetuarás tu maldición. Yo te
ayudo nada más. No me obligues a reír por favor, esto no tiene nada que ver
conmigo.
ANTONIO.-
Ah, o sea que todo
esto era un acto de compasión, ¿no? qué buena eres, me alegra enormemente que
me trajeras acá sólo de buena fe.
ISABEL.-
No seas estúpido. Tú
abrirás la puerta y verás si tiene el arma o no.
ANTONIO.-
No, estoy cansado de
seguir tus órdenes. (Se oye una voz
difusa a lo lejos que llama por un altavoz) No eres capaz de cumplir con lo
que me prometiste, con tu apoyo… con nada. Me trajiste aquí para nada.
ISABEL.-
Maricón (comienza a jugar con unas latas en el
suelo)
ANTONIO.-
No metas ruido,
estúpida.
ISABEL.-
Haré lo que quiera.
Si llegan los tiras, problema tuyo.
ANTONIO.-
(Zamarreándola de los hombros) ¡Me tienes enfermo!
¡Te metes ahora mismo al auto y te fijas si la perra tiene la pistola o no!
ISABEL.-
Calma. No hace falta esto… Antonio, déjame. (Antonio no la suelta) ¡Suéltame! (Le pega una patada)
ANTONIO.-
(Soltándola)
¡Qué te pasa!
ISABEL.-
Eres completamente
repugnante… (Mirándolo con asco) esto
no es contra mí, es contra ella. (Mirando
a todos lados) Chao, enfermo. (Isabel
comienza a caminar rápido hacia el fondo del escenario.)
(Se abre la puerta del auto, la Mujer se baja con un
arma cargada apuntando a Antonio. Luce cansada y mareada. Tirita de frío.)
MUJER.-
Quietos ahí, ¡los
dos!
ANTONIO.-
(Dándose vuelta) ¡Cresta!
MUJER.-
(A Isabel) Isa, ven, ¿a dónde
vas? vuelve y dile a tu niño lo que pensabas hacer.
ISABEL.-
(Nerviosa) No, bonita, yo no voy a mentir.
MUJER.-
Bueno, lo contaré yo…
pero vengan acá los dos, juntitos. Abrácense pues. (A Antonio) Mira pendejo, tu tenís SIDA y yo también, no hay nada
que hacerle.
ANTONIO.-
¿Cómo…?
MUJER.-
Claro, es bien fácil…
violai a una puta pa pegarle el SIDA, sientes que te purificas o algo así… de
paso te vengai de la inconsciente que te contagió. ¿No? ¿Eso es lo que querías?
ANTONIO.-
No es tan simple.
MUJER.-
Claro que lo es.
Asique, si no quieres terminar en cana, querido, anda soltando las lucas…
¡rápido! Yo no estoy pa tus pendejadas.
ISABEL.-
No, ¡para! (acercándose a ella) Esto no era lo que
habíamos acordado.
MUJER.-
Tampoco hablamos de
armas… las cosas cambiaron, Isabel. Ahora yo decido lo que pasa. Tú estabai dispuesta
a pegarme unos tunazos, está claro… asique ahora mando yo, bonita. Entren al
auto.
ANTONIO.-
Isabel… explícame
esto por favor.
(Dos linternas los alumbran, se escucha una voz que
les pide que se detengan.
Los tres reaccionan metiéndose al auto con velocidad y
se encierran)
MUJER.-
(A Antonio) Prende el auto, rápido.
ISABEL.-
Hazle caso.
ANTONIO.-
(Intenta prender el auto, pero no funciona) No se puede, el motor
se debe haber enfriado. (Lo vuelve a
intentar y no funciona. Golpea el tablero.)
MUJER.-
Mierda… bueno. (Tranquila) Tendrán que entregarse. Yo
no he hecho nada, son ustedes los que me secuestraron, tengo la conciencia
limpita.
(Las linternas alumbran dentro del auto desde atrás.
Escuchan el altavoz que les indica que se bajen.)
ISABEL.-
No hay salida.
ANTONIO.-
Sí la hay. (Se lanza sobre la mujer, para quitarle el
arma. Forcejean unos segundos y el arma se dispara. Antonio, herido, abre la
puerta y se entrega. Isabel llora desconsoladamente y la mujer en silencio, se
quedan adentro del auto, atónitas.)
ANTONIO.-
Yo he sido.
(Cae al suelo de rodillas, agonizante, lanza el arma
unos metros delante de él y espera que la luz se acerque.)
4 comentarios:
si es que tu lo hisicte hay que traspasarlo a un corto... esta pulentoooo!!!!!... refinando siertas imagenes y adatando el vocablo... pero esta buenisimo!
bueno y eliminar un par de cosas... pero si te animas a armar un guion para un corto juntemonos asi como lo antes posible para empezar... = ya estoy haciendo un leve traspaso a escenas
weona que onda, que identidad.
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