24.5.10

Sobre los fines sediciosos


(Antonio e Isabel, dos jóvenes veinteañeros están detenidos dentro de un auto. Al interior hay una luz prendida. Una manta cubre a una mujer de unos cuarenta años, que está acostada en los asientos traseros.
 Afuera es de noche, todo se ve oscuro, no hay luz. El espacio exterior es campo abierto, hay un pequeño basural. No se oye nada más que viento. Ambos están en silencio, ansiosos. Isabel prende un cigarro, al exhalar habla.)

ISABEL.- 
No sé cuánto rato llevamos acá, pero creo que es hora de que partamos.
ANTONIO.-
¿Irnos? ¿A dónde? No tenemos ninguna escapatoria, está todo dicho. Nos quedaremos acá hasta que algo pase.
ISABEL.-
No, nos vamos a ir. Tú haces lo tuyo, lo que acordamos. Tú manejarás rápido por la carretera… a la posta. Yo la bajo del auto, la dejamos fuera del lugar. Eso es todo.
ANTONIO.-
(Quitándole el cigarro de la mano y fumando él) No, no soy capaz de algo así. Tenemos que pensarlo mejor.
ISABEL.-
Idiota, no tenemos otra salida. La mina está ahí atrás, en el fondo del auto. Hay que actuar rápido, sino no tendrá sentido todo esto.
Si realmente no quieres seguir con esto dímelo, me voy. Camino hacia la ruta, hago dedo y me largo. (Abriendo la puerta del auto y saliendo al exterior) Eso sí, tú te quedas con ella, acá, y ves qué mierda haces.
ANTONIO.-
(Baja la ventana del auto y comienza a hablarle hacia afuera. Prende los focos delanteros) Perdóname… de verdad, Isabel, perdóname. Todo esto ha sido tan repentino… no lo pensamos bien, ¿verdad?
ISABEL.-
Lo pensamos perfecto.
(Suenan sirenas y a lo lejos ladridos de perros como eco.)
ANTONIO.-
¡Los pacos! Métete al auto, rápido.
ISABEL.-
¡Mierda! (Entra al auto, prende otro cigarro. Enciende la radio e intenta sintonizar algo. No logra dar con ningún dial) Escúchame. La mina está ahí atrás, aún está sedada. Tenemos que actuar rápido… el plan es el siguiente: yo me bajo del auto, voy a darme una vuelta por el sector, llevo en mi cartera un revólver. Tú, por mientras, te vas a los asientos traseros y la violas. Ese es el trato.
Luego la drogas, me llamas, yo vuelvo y nos vamos. La dejamos fuera de una posta. Abandonamos el auto en la entrada sur de la ciudad, nos volvemos en taxi a la casa.
ANTONIO.-
Está bien… supongo que no queda otra opción. Eso sí, déjame el arma acá.
ISABEL.-
(Dudando) Cuídate. (Lo besa escuetamente, abre la puerta trasera y toma su cartera. Busca dentro de ella su revólver y no lo encuentra) No está el revólver, Antonio, ¡no está! (Buscando bajo los asientos con dificultad) No, no, ¡no! (Mira a la mujer, tapada con una manta) ¡Ella fue!
(Isabel salta rápidamente fuera del auto. Antonio se pone nervioso y sale también. Lo cierra con llave por fuera.)
ANTONIO.-
Qué haremos ahora. La mina tiene la pistola… está sedada, pero la tiene. En cualquier minuto se despierta y nos mata.
ISABEL.-
Calma. Primero calma.
(Se intensifica el sonido de las sirenas y los ladridos de perros.)
ANTONIO.-
Vas a abrir con cuidado la puerta, la vas a destapar a ella. Luego te fijas si tiene el arma en algún lado. Si la tiene se la quitas, me la pasas. La sacas afuera del auto. La dejamos acá y nos vamos.
ISABEL.-
No, no lo haré.
ANTONIO.-
(Impaciente) Lo vas a hacer, mierda. Tuya fue la idea.
ISABEL.-
Tú eres el enfermo, no yo. Tú vas a violarla a ella, y tú el que perpetuarás tu maldición. Yo te ayudo nada más. No me obligues a reír por favor, esto no tiene nada que ver conmigo.
ANTONIO.-
Ah, o sea que todo esto era un acto de compasión, ¿no? qué buena eres, me alegra enormemente que me trajeras acá sólo de buena fe.
ISABEL.-
No seas estúpido. Tú abrirás la puerta y verás si tiene el arma o no.
ANTONIO.-
No, estoy cansado de seguir tus órdenes. (Se oye una voz difusa a lo lejos que llama por un altavoz) No eres capaz de cumplir con lo que me prometiste, con tu apoyo… con nada. Me trajiste aquí para nada.
ISABEL.-
Maricón (comienza a jugar con unas latas en el suelo)
ANTONIO.-
No metas ruido, estúpida.
ISABEL.-
Haré lo que quiera. Si llegan los tiras, problema tuyo.
ANTONIO.-
(Zamarreándola de los hombros) ¡Me tienes enfermo! ¡Te metes ahora mismo al auto y te fijas si la perra tiene la pistola o no!
ISABEL.-
 Calma. No hace falta esto… Antonio, déjame. (Antonio no la suelta) ¡Suéltame! (Le pega una patada)
ANTONIO.-
 (Soltándola) ¡Qué te pasa!
ISABEL.-
Eres completamente repugnante… (Mirándolo con asco) esto no es contra mí, es contra ella. (Mirando a todos lados) Chao, enfermo. (Isabel comienza a caminar rápido hacia el fondo del escenario.)
(Se abre la puerta del auto, la Mujer se baja con un arma cargada apuntando a Antonio. Luce cansada y mareada. Tirita de frío.)
MUJER.-
Quietos ahí, ¡los dos!
ANTONIO.-
(Dándose vuelta) ¡Cresta!
MUJER.-
 (A Isabel) Isa, ven, ¿a dónde vas? vuelve y dile a tu niño lo que pensabas hacer.
ISABEL.-
(Nerviosa) No, bonita, yo no voy a mentir.
MUJER.-
Bueno, lo contaré yo… pero vengan acá los dos, juntitos. Abrácense pues. (A Antonio) Mira pendejo, tu tenís SIDA y yo también, no hay nada que hacerle.
ANTONIO.-
¿Cómo…?
MUJER.-
Claro, es bien fácil… violai a una puta pa pegarle el SIDA, sientes que te purificas o algo así… de paso te vengai de la inconsciente que te contagió. ¿No? ¿Eso es lo que querías?
ANTONIO.-
No es tan simple.
MUJER.-
Claro que lo es. Asique, si no quieres terminar en cana, querido, anda soltando las lucas… ¡rápido! Yo no estoy pa tus pendejadas.
ISABEL.-
No, ¡para! (acercándose a ella) Esto no era lo que habíamos acordado.
MUJER.-
Tampoco hablamos de armas… las cosas cambiaron, Isabel. Ahora yo decido lo que pasa. Tú estabai dispuesta a pegarme unos tunazos, está claro… asique ahora mando yo, bonita. Entren al auto.
ANTONIO.-
Isabel… explícame esto por favor.
(Dos linternas los alumbran, se escucha una voz que les pide que se detengan.
Los tres reaccionan metiéndose al auto con velocidad y se encierran)
MUJER.-
(A Antonio) Prende el auto, rápido.
ISABEL.-
Hazle caso.
ANTONIO.-
(Intenta prender el auto, pero no funciona) No se puede, el motor se debe haber enfriado. (Lo vuelve a intentar y no funciona. Golpea el tablero.)
MUJER.-
Mierda… bueno. (Tranquila) Tendrán que entregarse. Yo no he hecho nada, son ustedes los que me secuestraron, tengo la conciencia limpita.
(Las linternas alumbran dentro del auto desde atrás. Escuchan el altavoz que les indica que se bajen.)
ISABEL.-
No hay salida.
ANTONIO.-
Sí la hay. (Se lanza sobre la mujer, para quitarle el arma. Forcejean unos segundos y el arma se dispara. Antonio, herido, abre la puerta y se entrega. Isabel llora desconsoladamente y la mujer en silencio, se quedan adentro del auto, atónitas.)
ANTONIO.-
Yo he sido.
(Cae al suelo de rodillas, agonizante, lanza el arma unos metros delante de él y espera que la luz se acerque.)

4 comentarios:

Soliloquiosanonimos dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Soliloquiosanonimos dijo...

si es que tu lo hisicte hay que traspasarlo a un corto... esta pulentoooo!!!!!... refinando siertas imagenes y adatando el vocablo... pero esta buenisimo!

Soliloquiosanonimos dijo...

bueno y eliminar un par de cosas... pero si te animas a armar un guion para un corto juntemonos asi como lo antes posible para empezar... = ya estoy haciendo un leve traspaso a escenas

prettyalmi dijo...

weona que onda, que identidad.