*texto escrito a la edad de 13 años
Eran
como cubitos de hielo, si, y flotaban. Habían de diferentes tamaños y algunos
tenían colores e imágenes en su interior. Algunos flotaban en el lago de los
sueños, pero otros se hundían en su infinita y oscura profundidad, para nunca mas volver a salir a
flote, como una simple esperanza. El lago era calipso, como el mar caribeño. El
aire sonaba a ansiedad, esfuerzo y esperanza; las cosas más necesaria para
cumplir cada uno de los sueños.
Los que
estaban a flote eran los que estaban mejor alimentados, los que recibían cada
vez más esfuerzo y esperanza, los que cada vez se hacían más livianos, y algún
día volarían, se suspenderían, y lograrían llegar a alas manos de los que
siempre los han esperado.
Pero en
cambio, los que se oscurecían, se les borraban sus imágenes, y se hundían cada
vez más; estaban cada vez más lejanos de sus dueños, la oscuridad los atraía
para nunca más ser vista. Y sólo queda la resignación, la frustración, y la
desilusión.
Quién
sabe dónde mueren los sueños, quién sabe si su mundo es color de rosa. Pero
luego, cuando muere su tiempo de ser cumplidos, se van, y sólo queda una vaga
idea de lo que fueron.
Qué
fueron...simplemente, la esperanza de amenizar la vida, de hacerla ideal. Su
punto de entrega; su mayor anhelo; que si no los agarras en el mejor momento,
en la mejor oportunidad, se pierden, sí, se hunden en el océano del mundo de
los sueños, fantasías y anhelos.
Sólo el
que es feliz no necesita de un sueño, una fantasía que lo alegre unos minutos;
necesita de sus manos y del corazón, no de la envidia, que es lo que te amarga
un sueño, un sueños que de esa forma, no se cumplirá.
1 comentario:
Una pequeña Martina de trece años.
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